¿Solamente el 0,5%?
Sostiene el Dr. Masa, biólogo e investigador y Presidente de APDR, que la única fábrica de celulosa de Galicia es no comparable a otras piezas del ecosistema económico regional, como Citroën, porque solamente genera el 0,5% o uno de cada doscientos empleos en Pontevedra [7]. No mucho tiempo antes, afirmaba que, en cuanto a empleos, cada uno los “cuenta como quiere” [8].
Pues bien, procedamos pues a contar empleos apoyándonos en el pilar fundamental de la ecología, que es la definición de ecosistema. Algo que, aparentemente, está al margen del pensamiento de este grupo ecologista, como del de otros.
Tomemos por un momento el complejo fabril celulósico de Lourizán como un eslabón intermedio de una pirámide trófica que va desde el monte gallego en general, y el de la Comarca de Pontevedra en particular, podríamos decir que a escala supra-municipal, hasta los consumidores finales (los depredadores!), que vienen siendo unas cuantas docenas de millones de ciudadanos de la Unión Europea en una docena de países diferentes, incluyendo este.
A esos ciudadanos, como a usted y como a mí, les gusta emplear papel de alta calidad, como el que se fabrica con la celulosa de alta calidad que producimos en Galicia, o como el que producen nuestros primos portugueses. Bien para leer su revista favorita, bien para leer su libro favorito, bien para imprimirse artículos como este, o bien para limpiarse la nariz o el culete con algo suficientemente suave. A algunos también les gusta, y les va a gustar cada vez más, usar etanol en lugar de gasói do país, independientemente del país en que se encuentren.
En ese flujo de materia orgánica, en forma de fibras naturales, reciclables y renovables de madera, desde productor a consumidor, intervienen diferentes piezas del ecosistema económico circundante en diferentes lugares (espacio) y momentos (tiempo). No se produce de forma instantánea y automática.
Las leyes que regulan ese flujo son muy sencillas, y de perogrullo. Oferta, y demanda. Existe también flujo de energía, pero este nos lo vamos a guardar para más adelante.
Lo que importa para el caso es que en este ecosistema del papel, y a escala regional, léase Galicia, el eslabón de mayor importancia es el que se encuentra en Lourizán. Por su mera existencia, esa pieza única del ecosistema moviliza a otras piezas del ecosistema regional de acuerdo a las leyes que regulan el flujo de esta materia orgánica llamada fibra vegetal.
Por tanto, el impacto social, en cuanto a generación de empleo, de la fábrica del Grupo ENCE en Pontevedra no puede ni debe medirse exclusivamente en base al número de empleos generados directamente por el complejo fabril, como hacen gustosamente el Dr. Masa y sus socios. Debe medirse, si se elige ese parámetro, que hay otros, en base al número de empleos generados por su mera existencia en el total del ecosistema circundante.
Y eso a 2008 supone 320 empleos directos, 380 empleos por subcontrata, 2170 empleos indirectos y 2280 empleos inducidos. Ahí tiene una estructura trófica paralela a la de la celulosa y el papel, de la que participan varios miles de pontevedreses, descrita en toda su diversidad [9].
Lo que, sabiendo contar, hace un total de 5150 empleos generados por la mera existencia de ENCE en la Ría, o el equivalente al 1,2% del empleo de Pontevedra. Que no hay que regenerar o crear de la nada, con el consiguiente coste tanto en tiempo como en dinero, porque ya están ahí.
Esa es la cantidad, y no la mencionada anteriormente, la que, junto al 1,1% del PIB de la Provincia de Pontevedra, el Dr. Masa, en representación de una minoría, propone destruir al abogar no ya por un más que discutible y cada vez más difícilmente justificable traslado, que causaría impactos significativos visto desde cualquiera de los tres pilares básicos de la “sostenibilidad” (económico, ambiental, social), sino al abogar por la desaparición del complejo fabril [10].
El “contar como se quiera” que sostiene y aplica en su valoración APDR lo que promueve no es ya solamente el analfabetismo medioambiental clásico de su discurso. Es, además, síntoma de intentar trasladar el analfabetismo ecológico y el analfabetismo económico que forma parte de su discurso a nuestra sociedad. Y no es la primera vez [11]. Por no mencionar el muy salientable impacto socioeconómico negativo que supondría abocar por “contar como se quiera” a algunos más que 5150 trabajadores a cambiar de aires en lugar de a 2000, da igual en tiempo de crisis o en tiempo de bonanza. Un aplauso para el ecologismo de APDR por su sostenibilidad, al promover tales “conteos”, tales “materiales educativos” entre las nuevas generaciones y tales impactos sociales negativos a la tierra que les vio nacer.
¿Nada que ver con el desarrollo?
Siguiendo por la misma línea, la de que ENCE Pontevedra no se puede comparar a otras piezas del ecosistema económico regional, como Citroën en Vigo [12], veamos ahora algunos de los flujos que se producen en el ecosistema de la celulosa y el papel de Galicia por el mero hecho de la existencia del complejo fabril de Lourizán.
Anualmente, 97 millones de € son inyectados por ENCE Pontevedra como flujo monetario de modo directo en las familias de esas 5150 personas mencionadas. El término técnico para este flujo es “salario”. Una parte sustancial de este montante anual se dispersa en el hábitat de cada receptor. Desde la barra de pan hecha a partir de monocultivos de cereal que vende Pepe, el vaso de leche producido por vacas holandesas de adopción gallega y cuidadas por Manolo, o el contenido de la última bolsa de Zara que llega a casa y que da empleo a Nati… hasta la factura del licor de roca destilado de petróleo no autóctono, también conocido como gasói do país, que expide Loli. Por tanto, unos 15.000 millones de las antiguas pesetas que se re-distribuyen al año dentro y fuera de la Comarca de Pontevedra, contribuyendo al desarrollo, entre otras cosas, del pequeño, mediano y gran comercio en Galicia.
Además, anualmente, 21 millones de € son inyectados por ENCE Pontevedra como flujo monetario de modo directo a un número de instituciones públicas. El término técnico para este flujo es “impuestos”. Una parte de este montante se emplea, entre otras cosas, en obras públicas de diverso calado e impacto que repercuten positivamente (o deberían) en un número considerable de ciudadanos de Pontevedra, y de fuera de Pontevedra. Ya sabe, desde mejorar el saneamiento de aguas residuales urbanas para evitar exceso de fecales en zonas marisqueras hasta solucionar problemas de tráfico rodado, pasando por crear parques y jardines. Otra parte revierte en el mantenimiento de unos cuantos miles de puestos de trabajo administrativo, en diferentes escalas y en muchos lugares, porque se reconvierte en el salario de servidores públicos, normalmente con independencia de la calidad de su servicio. Podemos decir de todo ello, sin duda, que de forma supra-muncipal.
En tercer lugar, anualmente, 43 millones de € generados simplemente gracias a la existencia y buena salud de ENCE y sus eucálitos en Pontevedra pasan a engrosar las arcas de la Seguridad Social. Nada despreciable para una región que, como Galicia, es claramente dependiente de las aportaciones anuales de otras más industrializadas, y con economías más boyantes que la nuestra. Con esa y muchas otras aportaciones, se supone que, entre otras cosas, se pagarán su pensión, y la mía. Y la del Dr. Masa y sus acólitos también, que esto es un Estado de Derecho, y eso incluye también a ecologistas, vagos y maleantes.
¿Foco de desajuste económico y ambiental?
Supongamos que, por obra y gracia del Espíritu Santo, o cualquier otro milagro que se le ocurra, un hipotético filántropo asquerosamente rico escuchase a algunos descerebrados y decidiese poner de su cartera durante unos 50 años una cuota anual de 161 millones de euros a cambio de cerrar una planta industrial y relocalizar los empleos destruidos. O sea, un tonto del bote que se deja influenciar por la demagogia barata y acientífica en la que cae todos los días buena parte del movimiento ecologista [14].
Y supongamos que, mientras tanto, algún que otro hipotético inversor decidiese poner de su cartera una cantidad indeterminada, pero igualmente enorme, para intentar re-generar mediante la promoción del turismo los 5150 puestos de trabajo que APDR ha declarado públicamente que quiere destruir [15] al ponerse como objetivo la desaparición de la fábrica. O sea, otro tonto del bote, pero que, como cualquier inversor, se mueve, al margen de demagogia, por la búsqueda del beneficio.
¿Solucionaríamos así el problema? Pues va a ser que no.
Porque, al igual que cualquier otra industria y a diferencia de buena parte del sector servicios, al igual que Citroën, el complejo fabril de ENCE en Pontevedra, por el mero hecho de fabricar algo, necesita suministros ingentes y constantes de bienes y servicios diferentes al de la materia prima para mantener su actividad diaria.
Anualmente, 85 millones de € son inyectados por ENCE Pontevedra en el tejido industrial circundante, para sufragar desde el coste de la tuerca que hay que reponer en el circuito de reciclaje de fluídos hasta el coste del papel tissue que usan desde el director de fábrica hasta el que aprieta la tuerca.
En este montante, evidentemente, no está incluido el coste del cloro, porque la fábrica emplea un proceso TCF (totally chlorine free), el menos contaminante de los existentes hoy en el mundo para la fabricación de pasta de celulosa blanqueada por el proceso Kraft.
Por tanto, el desajuste económico adicional causado al tejido empresarial circundante por un hipotético cierre de la fábrica, algo que agradaría a algunos descerebrados, asciende tan solo a unos 14.000 millones de las antiguas pesetas… al año. Sumado a lo anterior, vamos por 40.000 millones menos al año. Denle esa patata caliente a cualquier Ministro de Economía o Conselleiro de Industria, independientemente de su color o escuela política, y ya verá como inmediatamente se une a la Asociación para la Defensa de la Risa. Como cualquier persona con un mínimo de sentido común.
Pero es que la cosa no queda ahí. Solamente por el hecho de existir y de gozar de buena salud como proceso industrial que va desde el monte gallego a la fábrica de Lourizán, es decir, gracias a ENCE Pontevedra, 91 millones de € se inyectan al año directamente en las economías del rural de Galicia. El término técnico es “rentas forestales”. Porque va a resultar que las filiales forestales del Grupo ENCE son capaces, porque la salud de la industria a largo plazo es hasta ahora aceptablemente buena, de garantizar a los pequeños inversores privados distribuidos por la franja costera de un ciento de municipios de Galicia en tres provincias, y dispuestos a firmar un contrato de producción a largo plazo, un estipendio anual por cultivar madera. Aunque la madera aún no se haya cortado.
Con ese dinero, equivalente a otros 15.000 millones de las antiguas pesetas, se pagan, entre otras cosas, el churrasco y el viño do país de las fiestas parroquiales de Eusebio, el alumbrado público de Catalina porque el del Concello no llegaba, el asfaltado de la pista que permite a Chema llevarle el pan a Doña Paqui, que ya le fallan las piernas, o el Citroën que necesita el nieto de Suso, que estudia en la Universidad y va para algo de provecho, a ayudar a desarrollar el país. Entre otras cosas que gente como usted y como yo, necesitan cada día.
Esos últimos 91 millones de €, y unos cuantos más hasta un total de 1351 millones de € durante el último ciclo de cosecha que revierten en todos aquellos productores de madera de eucalipto de Galicia [16], tengan o no contrato de producción con el Grupo ENCE, son precisamente el factor que hace no comparables a ENCE y a Citroën. De hecho, ni con Citroën ni con nadie más fuera de la cadena monte-industria, salvo honrosas excepciones. Y eso no se debe a la cantidad de empleo generado ni a que cada uno “lo cuente como quiera”.
La riqueza generada directa o indirectamente por la fábrica de ENCE en Pontevedra se distribuye, como el orballo, por aldeas, villas y ciudades de las tres provincias de Galicia que pueden y cultivan eucalipto. Alcanza, haciendo las cosas razonablemente bien, con poco esfuerzo de capital-trabajo, y tras un esfuerzo aceptable de capital-money, directa o indirectamente a varios cientos de miles de gallegos, de todas las edades y condiciones. Hombres, mujeres, niños, ancianos, panaderos, ganaderos, comerciantes, industriales, trabajadores por cuenta propia o ajena, amas de casa, pontevedreses y no pontevedreses, urbanitas y ruralitas, municipalmente y supra-municipalmente. Le alcanza a usted, y a mí también. Aunque no tengamos nada que ver con la fábrica de ENCE en Pontevedra ni con el grupo ecologista que declara públicamente que quiere destruir esa riqueza que es de todos. Imagínese el movimiento social que pueden llegar a generar.
Las cuentas… claras
Por tanto, pueden ustedes valorar el “desajuste económico” de tener una fábrica en Pontevedra como una inyección positiva total y directa de 337 millones de € al año en la economía, al margen del beneficio industrial por ventas de celulosa, que, tras abonar impuestos, se reinvierte en variadas lides. Todo esto también al margen de los sucesivos aumentos de valor añadido y generación de empleo a lo largo de la pirámide trófica, en otras partes del ecosistema económico, más cercanas o más lejanas, y que también repercuten positivamente.
Además, por tanto, pueden ustedes valorar también el “desajuste ambiental” de tener una fábrica de celulosa en Pontevedra como la misma inyección positiva total y directa de 337 millones de € al año que se reparten entre muchos, directa e indirectamente, y que se reciclan en variados usos finales. Porque cada uno de esos receptores es parte del ecosistema, y por tanto del “medioambiente”. Usted lo es. Yo también. Y las garrapatas también, aunque en ellas no repercuta tal impacto positivo.
Menos que las hectáreas de especies forestales autóctonas existentes en Galicia, que van en aumento y que sin duda son necesarias, pero cuyo rendimiento económico, tanto en bienes como en servicios demandados y generados, son irrisorios en comparación, y que jamás podrán ser sustitutivos.
Un bosque cultivado edificado en torno a una maravilla biológica en forma de árbol, tan autóctono como pueden ser las vacas frisonas (ya sabe, de Frisia) los pimientos de Padrón (que de Padrón no son, piquen ou non), las patatas de A Limia (tan bolivianas como las de Bolivia) o el pan de millo (ese cereal mejicano que un día nos llegó) que damos por sentado forman parte de la idiosincrasia de Galicia.
Árboles adoptados voluntariamente por varios cientos de miles de gallegos como si fuesen propios y que han generado, y generarán, entre otros, tablas, tableros y vigas para construcción, postes para las bateas de uno de las principales industrias acuícolas de Europa, chapa, tablilla y laminado para fabricación de muebles, miel para endulzar las filloas de Catalina, energía renovable para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y que, quizás, sean la diferencia entre que Galicia reciba primas por capturar CO2, o no las reciba. También, claro está, han generado y generarán una de las fibras de mayor calidad en el mundo para el pulpaje celulósico y la fabricación de papel.
Depredadores… usted también
Hasta llegar a usted, amigo depredador, cúspide de la cadena trófica, que ha decidido imprimir este artículo en papel fabricado con celulosa, o limpiarse las lágrimas que le ha traído tremenda cantidad de risas que hoy les hemos causado con ese kleenex que tenía a mano.
Reciclado o no, certificado o no, el material de partida es fibra vegetal. Puede tener origen gallego o no tenerlo. Su producción y transformación puede inyectar capital en nuestro ecosistema económico regional, o en otro. La consumimos todos los días. Usted. Y yo. Y los miembros de APDR y muchas buenas piezas del “movimiento ecologista”, también. Y, es demostrable, en grandes cantidades.
Corolario: Ecologistas que ignoran al Ecosistema…
Volviendo al punto de partida la ciencia ecológica, hay un rol para determinados organismos dentro de un ecosistema. Se define a partir del tipo de interacción de tal organismo con los circundantes. Un organismo que se nutre a expensas de otro sin aportar ningún beneficio a este último y que, además le causa perjuicios en mayor o menor grado se denomina parásito. Ejemplo clásico, la garrapata.
Visto que el rol de APDR a lo largo del tiempo no contribuye en modo alguno a aportar beneficios al ecosistema económico que le rodea, sino que, por el contrario y mediante la promoción no tan solo del analfabetismo medioambiental, sino además, como queda demostrado hoy, también del analfabetismo ecológico y el analfabetismo económico, contribuye a la contaminación educativa de la sociedad en la que vive, nos permitimos recordarle otras sabias palabras de Eugene [18]:
“Se puede aprender mucho de los estudios ecológicos sobre el desarrollo y la evolución en la propia naturaleza, y eso nos provee de pistas que ayudan a enfrentarse a problemas análogos de índole humano. Con certeza necesitamos aprender a ser parásitos prudentes capaces de mantener relaciones huésped-hospedador de forma sostenible en lugar de seguir actuando como un cáncer maligno que, al final, destruiría a su hospedador”.
Me dice un pajarito que, a diferencia del Dr. Omud, biólogo y padre fundador de una disciplina científica, no es muy exagerado pronosticar que el Dr. Masa, biólogo, investigador y, desafortunadamente, demagogo, jamás fundará una que sea recordada en los anales de la historia.
Del mismo modo no es muy exagerado pronosticar, me dice otro pajarito, que su barquito, que quiso navegar por la ría, acabará por hundirse por el peso de su propia polución y será reciclado por los organismos del bentos. Es solo cuestión de tiempo.
Así que, ecologistas que ignoran al ecosistema, procuren adaptarse. Es una cuestión puramente evolutiva. Porque cada vez es más justificable la desparasitación. El que contamina, paga.
Referencias
[7] = Íbid. [3]
[9] = Roland Berger Strategy Consultants (2009). Estudio sobre la generación de empleo y riqueza del Grupo Empresarial ENCE en España. www.rolandberger.com
[10] = Íbid. [7]
[12] = Íbid. [3]
[13] = Íbid. [5]
[14] = Íbid. [4]
[15] = Íbid. [3]
[17] = Íbid. [15]
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El que contamina, paga
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